Época Contemporánea en Porcuna

Época Contemporánea
(s. XIX - Actualidad).


   El siglo XIX viene marcado por la Revolución Francesa de 1789 y por las sucesivas guerras entre Francia y España, sobre todo por la Guerra de la Independencia, tras la ocupación francesa, procesos que afectan a Porcuna en tanto que es escenario de esa guerra en varias fases, siendo la más conocida la referente a la Batalla de Bailén. En concreto, por acordarse en nuestra villa, el denominado "Plan de Porcuna" que planteaba el modo de afrontar la batalla, sin bien los acontecimientos se precipitaron y no se llegó a culminar como tal.

       El periodo que va hasta mediado el siglo está marcado por los reinados de Fernando VII e Isabel II y las luchas entre liberales y realistas, en el intento de crear una nación liberal similar a las que se estaban desarrollando en Europa y sobre todo por las Desamortizaciones de Mendizabal y Madoz. En éstas se destruye definitivamente la estructura territorial y jurídica calatrava a niveles civiles y religiosos. La Desamortización de las dehesas de propios y algunos bienes eclesiásticos en pequeños lotes generaría la aparición de una nueva clase social de pequeños propietarios en la segunda mitad del siglo XIX.

      A finales del siglo XIX se demuele la única parroquia, Santa María La Mayor, gótica con reformas renacentistas, que será reconstruída, como Ntra. Sra. de la Asunción, en estilo neo-románico y neobizantino por el arquitecto Justino Florez Llamas y que decorará con tres importantes murales el pintor cordobés Julio Romero de Torres, adscrito al movimiento pre-rafaelita, con un gran esfuerzo económico por parte de toda la población.

     La Restauración borbónica en la figura del rey Alfonso XII llevó a una estabilidad política basada el turnismo de dos grandes partidos, conservador y progresista, con base en los caciquismos y las corruptelas locales, modelo no exento de conflictividad por la extrema pobreza de jornaleros y la falsedad y falta de representatividad del sistema. En Porcuna estará encabezado entre otros por las figuras políticas de Ricardo Dacosta Ortega y Luis Aguilera y Coca. Este sistema político desarrolla algunas ideas del liberalismo burgués como la creación de una red básica de maestros y escuelas, de sanidad, de carreteras, que resultaron insuficientes a las necesidades que pretendían combatir. El desastre de 1898 haría tambalearse el modelo, que acabaría por sucumbir al golpe de estado del general Miguel Primo de Rivera de 1923, que instauró una dictadura militar atenuada socialmente por las bondades económicas en España del periodo posterior a la Iª Guerra Mundial.

      A principios del siglo XX los propietarios terratenientes comienzan con una serie de pequeñas industrias de transformación del aceite y derivados, harineras, licores, etc. con el surgimiento de una incipiente clase obrera, que unidos a una importante cantidad de jornaleros sostienen atroces luchas sociales en el Trienio Bolchevista de 1917-1919.

      La IIª República supuso un intento de transformación, de modernización de la anquilosada y pobre estructura social existente, sobre todo en el campo. Las continuas iniciativas de cambio social, económico y cultural, ejemplificadas en la creación de escuelas, bibliotecas, casas de socorro, la reforma militar, la laicidad del Estado, el proyecto de Reforma Agraria y la extensión de un concepto idealizado de justicia y de ciudadanía se quebraron pronto dando lugar a tremendas luchas dentro de una sociedad que se estaba polarizando, influenciada por la crisis económica internacional iniciada con el Crack de 1929 y la emergencia de los totalitarismos fascistas y comunistas en Europa. Esta polarización en lo local se identifica en los que quieren destruir lo creado por la República y volver a los modelos anteriores, reales o imaginados, y por otro lado los que quieren destruir la República para ir más allá, para hacer la Revolución y establecer el Estado Socialista o la Anarquía.

      En este caldo de cultivo, con una sociedad dividida y con enfrentamientos entre los más exaltados de unos y otros, el golpe de estado militar del 17 de julio de 1936 derivó en la definición de dos territorios, uno “nacional” bajo mando de los militares rebeldes y otro republicano en el que las acciones revolucionarias de las milicias armadas coartaron las funciones gubernamentales. La guerra culminó con cientos de miles de atrocidades por todas partes y con la instauración de una dictadura militar de corte personal, autoritario, ultracatólico y filofascista, que dio paso a la muerte del dictador Franco a la Democracia actual.

     Tras la Guerra Civil, Porcuna queda muy destruida material, social, económica y humanamente, con cientos de muertos y desplazados, un cuarto de los edificios destruidos o inhabitables por causa de los tres años sufridos como frente de guerra. Los primeros años de posguerra se renovará lo destruido acometiéndose reformas urbanísticas, reconstrucción de edificios públicos e infraestructuras e incluso la edificación del nuevo barrio de San Cristóbal, las "Casas Nuevas", todo ello bajo el programa de la Dirección General de Regiones Devastadas y Reparaciones, dirigida aquí por el arquitecto Ramón Pajares Pardo.
  
     De todo el periodo se cuenta con abundante documentación de diversa naturaleza pero cercenada en algunos aspectos y falta de ordenación y estudio, aunque para estos periodos contamos con un buen trabajo de síntesis, La Restauración Borbónica en Porcuna, de Francisca Aguilera Ruiz, que se une a la Historia de Porcuna, de corte erudito y tradicional, aunque muy versada en muchos aspectos, de Manuel Heredia Espinosa y a numerosos trabajos puntuales, faltando todavía como para toda la historia desde la Edad Media, una Historia general.

      La guerra produjo un cambio social involuntario. A la muerte y represión de alrededor de dos mil personas se unió el exilio y emigración directa de una cantidad similar de población, reduciéndose ésta en total a unos doce mil habitantes. Las pérdidas sociales afectaron a grupos concretos de población, principalmente varones en edad de trabajar. Muchos de los cabezas de familias medianas propietarias o de la pequeña burguesía, “señoritos”, fueron asesinados, llevando a dichas familias a un proceso de crisis que terminaría con el estudio de los hijos, su traslado a capitales y a la postre a la venta de las propiedades familiares en Porcuna y la destrucción de esta clase social y su preeminencia. Los jornaleros y obreros con más conciencia de clase, que los vencedores de la Guerra Civil consideraron responsables de la Revolución,  fueron asesinados, encarcelados o represaliados, con lo que se produjo la segunda emigración a los centros industriales.
 
      Estos cambios sociales, motivaron un crecimiento de la clase media porcunera, labradores con tierras “capapardas”, pequeños comerciantes y profesionales, que se vieron convertidos, sin quererlo, en la nueva clase dirigente. Los jornaleros y muy pequeños propietarios eran la clase mayoritaria, pero dentro de un sistema político y social autoritario pierden cualquier identidad o conciencia, que no sea la propia de su precaria situación, tratando de resolver la subsistencia, lo cual no era poco.
 
      La mecanización y nuevos sistemas de cultivo agrario, a partir de finales de los años 50, produjeron un masivo excedente de mano de obra, que no podían asumir las restantes actividades económicas. Ello forzó a la emigración de varios centenares de familias de estos jornaleros y pequeños campesinos, que buscaron en las capitales y ciudades industriales una salida a su situación. El movimiento poblacional tuvo tal entidad, que los emigrantes oriundos de Porcuna formaron amplias comunidades conservando su identidad de origen porcunero en Barcelona (El Carmelo, Badalona, etc.), Madrid (Vallecas, Moratalaz, etc.), Valencia, Ibi, Alcoy, etc.

      La pérdida de presión poblacional tras las emigraciones y la recomposión social que supuso la eliminación de las dos clases más extremas del espectro social (medianos propietarios y jornaleros y obreros) generaron una nueva sociedad. Esta sociedad asistió a un periodo de gran expansión económica, por el mayor reparto de los bienes de producción, la industrialización de la agricultura y de elevada estabilidad social, con una sociedad sin grandes escalones de riqueza o renta entre sus miembros, con sorprendentes acoples o complementariedades de la producción, que destaca en el ámbito de las poblaciones de la Campiña cordobesa y giennense, en cuyos pueblos la situación social era lamentablemente más precaria para la mayoría de sus habitantes.

 

      La sociedad actual asiste a la cuarta emigración, que comenzó a ser sistemática a finales de los años 70, cuando la boyante situación económica y social y el ansia de mejora y progreso de una sociedad de pequeños propietarios y trabajadores, llevó a altos niveles de educación, permitiendo el acceso masivo de sus hijos a la formación superior universitaria. Los profesionales resultantes, que no tenían cabida en la concentrada economía local basada en el monocultivo del olivar y los servicios, han tenido que emigrar a las ciudades o territorios en las que podían desarrollar su trabajo, truncando las ansias de progreso de sus padres y reduciendo y empobreciendo lo que debió haber sido el máximo desarrollo de la sociedad y la economía de Porcuna, a pesar del alto precio social pagado.

 

    Al final, estas diásporas porcuneras, forjadas y forzadas, las más veces por el apremio de la necesidad, aunque las primeras fueran de subsistencia y las actuales de formación, han sangrado el futuro de Porcuna, con la única esperanza en que una nueva visión global del Mundo, sirva para transformar un origen espacial, Porcuna, en un sentimiento porcunero común, coincidente en los modos y maneras de ver, entender, actuar y cambiar el mundo.

 

   El quinto proceso migratorio también es actual y aún no se pueden saber sus consecuencias sociales. Es la inmigración internacional a Porcuna de gentes de todo el mundo que buscan aquí su pan y su vida. Este proceso comenzó a mediados de los años noventa con la llegada y asentamiento de varias familias de ecuatorianos que llegaron a Porcuna en parte por los fuertes vínculos del sacerdote misionero porcunero José Luis Sánchez y de otros con aquella región. Posteriormente y en principio como jornaleros temporeros para la recogida de la aceituna fueron llegando gentes norteafricanas, sobre todo marroquíes y argelinos, y unos pocos subsaharianos, algunos de los cuales se han asentado en Porcuna. En la actualidad se están asentando también familias de origen rumano, proceso intensificado desde la entrada de este país en la Unión Europea, e incluso tenemos convecinos con origenes tan lejanos como China e Irán.

 

    El territorio de Porcuna en el presente es un espacio donde conviven personas de diverso devenir, haciendo confluir su cultura, identidad, intereses, etc., es decir, sus diversos modos de vida. En la medida que seamos capaces de generar la convergencia y multiplicación de las ideas y los actos conseguiremos la creación de una cultura común porcunera, más rica, más avanzada, con más capacidad para afrontar el futuro conformando una realidad más afable y próspera para sus gentes. Irremediablemente se vinculan a este futuro, en un afán cosmopolita y global, donde el territorio identifica pero no ata, ni determina, todos los porcuneros dispersos por el mundo, que conservan su cultura  y su identidad, que sienten, piensan y defienden su tierra desde sus respectivos "exilios", formando parte como los que más de esta enorme y milenaria comunidad humana que se llama Porcuna.