Protohistoria en Porcuna

Protohistoria: El Mundo Túrdulo
(ca. ss.V-III a.n.e)


   A finales del siglo VI a.n.e. se produce una “crisis” que rompe con la sociedad y la cultura orientalizantes y que da paso a lo que se ha definido como sociedades “ibéricas”. En el valle del Guadalquivir se produce una ruptura entre el alto y medio valle, y el bajo, que se configuran como sociedades con una cultura común pero con diferencias sustanciales, mientras que su cultura había presentado rasgos más unitarios en la fase orientalizante o tartésica.
 
  A pesar de la confusión a que inducen muchas de las fuentes griegas, se puede afirmar que el territorio tartésico, básicamente todo el Valle del Guadalquivir, conserva una idea de unidad geográfica, es la Turdetania de que hablan las fuentes, pero esta Turdetania está dividida en dos grandes pueblos, los Turdetanos y los Túrdulos, ocupando los primeros la Baja Andalucía y los segundo gran parte del Medio y Alto Guadalquivir. Más allá están los Oretanos que ocupan la cabecera del río y se extienden hacia la meseta de la actual provincia de Ciudad Real y los Bastetanos que ocupan la parte suroriental de la actual provincia de Jaén y oriental de la de Granada.
 
  Porcuna es durante todo este periodo la mayor ciudad y capital del territorio de los Túrdulos. En esta época se mantiene la doble ciudad, o dípolis, de Los Alcores-Porcuna y Albalate, en la primera se han excavado restos de murallas y de casas y en la cumbre de la segunda se excavó un edificio absidal de gran magnitud, de algún posible espacio público relevante.
   La aristocracia dirigente de la ciudad se refleja en el imponente conjunto escultórico descubierto en la necrópolis de Cerrillo Blanco, roto en miles de fragmentos que según sus primeros excavadores fueron ocultados intencionadamente. Las esculturas representan animales exentos (toro), luchas de animales, seres mitológicos (grifos, esfinges, etc.), personajes de posibles escenas votivas o sacras, escenas de lucha, guerra o caza actividades propias de la nobleza de este mundo mediterráneo protohistórico. Al no conservarse textos de la época, aunque sabemos por Estrabón que los hubo, se nos escapa el sentido último de estas representaciones, su mensaje, y los actuales intentos para explicarlo desde la pseudoantropología arqueológica, no faltos de contaminaciones presentistas, y desde la copia de tradiciones mitológicas, distorsionan y alejan la posibilidad de hallar su explicación. 
 
    Las esculturas están realizadas en una calcarenita local, "piedra blanca", en bulto redondo y alto relieves. Se fechan a comienzos del siglo V a.C, siendo destruidas unos cien años después. Pese a su estado fragmentario las esculturas de Cerrillo Blanco son el mayor y más representativo conjunto escultórico del mundo ibérico, sólo parangonable en calidad a algunas esculturas de La Alcudia de Ilici/Elche. Actualmente se hallan fuera de su contexto y desubicadas en el Museo Provincial de Jaén y se pretende que sean el centro del futuro Museo de Arte Ibero de Jaén, no obstante la legitimidad de su futuro patrimonial se halla, como el de todos los restos expoliados y pese a quien pese, en su vuelta a la tierra que las hizo y las guardó durante dos mil quinientos años, el único lugar donde tienen sentido, la ciudad de Porcuna.
 
   Esta necrópolis de Cerrillo Blanco sigue funcionando durante los siglos V a I a.n.e.  cambiando el rito originario de inhumación por el de incineración hasta ser abandonada con la adopción definitiva de los usos funerarios romanos en el siglo I a.n.e. Durante todo el periodo se producen más elementos arquitectónicos y escultóricos del nivel de los de Cerrillo Blanco, que muestran la complejidad, poder y desarrollo de la ciudad y sus élites.
 
   El territorio túrdulo y la ciudad de Ibolca al final de esta época, cuando su sociedad está cambiando las formas aristocráticas originales del periodo por formas oligárquicas ciudadanas, como ocurre en todas las sociedades mediterráneas del momento se ve inmersa en el proceso de llegada a la Península Ibérica de los ejércitos cartagineses, la IIª Guerra Púnica y la victoria romana tras la Batalla de Ilipa en 206, fecha que marca el comienzo de la “romanización”.